lunes, 2 de enero de 2012

Empezar de nuevo

Como cada año nuevo que comienza siempre nos planteamos cambios y propósitos nuevos con la intención de crecer y mejorar como personas.
El principio de año suele ser propicio para que nos planteemos metas debido a que con el cambio de año y la vuelta de vacaciones, que supone el regreso a la rutina tras un periodo en el que hemos dado rienda suelta a lo que nos apetecía, sin exigirnos demasiado, llega el momento de pensar qué queremos ser y qué tenemos que hacer para conseguirlo.
Cuando hagamos nuestros propósitos para el año entrante debemos hacerlo con confianza, esperanza y determinación. Debemos proponernos realizar aquéllo que en verdad estemos dispuestos a buscar y a esforzarnos en conseguirlo. No se trata de elaborar una lista interminable de metas, sino más bien de elegir tan sólo unas pocas, aquéllas que nos sean de verdad necesarias y beneficiosas.
Los propósitos pueden ser formulados poniéndoles fecha, escritos en un papel, comunicados a nuestros allegados o expuestos públicamente. También pueden plantearse de manera íntima y personal, tan sólo pensando en ellos, con determinación y visualizando la manera de convertirlos en realidad.
Todos estos propósitos son como contratos que firmamos con nosotros mismos y con nuestro bienestar.
Sin embargo, muchas veces estos propósitos se quedan tan solo en buenas intenciones si los hacemos de una forma poco reflexiva al estar centrados en lo que nos gustaría ser o hacer, pero sin pensar demasiado si estos cambios se ajustan a nuestras posibilidades reales de conseguir los cambios que nos proponemos, o cuando los objetivos son variados o la elección estuvo guiada por el deseo de ajustarse a un ideal que poco tiene que ver con uno mismo. De modo que, aunque es positivo plantearse objetivos e intentar crecer como personas, esto se puede volver en contra cuando nos proponemos cambios inalcanzables o que una vez alcanzados, dejan de tener valor para nosotros, ya que esto conducirá a la insatisfacción y a la sensación de fracaso.
Es conveniente procurar que los cambios se conviertan en parte de un nuevo estilo de vida en lugar de tener un principio y un fin; y sobre todo, tener en cuenta que por muchos propósitos que nos hagamos, es muy posible que no lleguemos a ese "ideal", y que un buen objetivo a incluir entre los propósitos del año nuevo es que aunque deseemos ciertos cambios y nos comprometamos para conseguirlos, intentemos querernos más, ser menos críticos con nosotros mismos, y fijarnos y valorar más cómo somos en lugar de qué deseamos ser.
Plantearnos fechas para superar nuestros objetivos supone una buena idea. De esta manera no caerán en el olvido consiguiendo así mayor éxito. Otra buena opción es dejarlo todo por escrito y situar la lista en un lugar visible.
Asimismo, debemos proponernos pocas metas y que éstas puedan evaluarse en un período corto de tiempo. Con esto, sentiremos que vamos avanzando en nuestro intento y tendremos más fuerza para seguir con nuestro cometido.
Si lo que deseamos modificar es trascendental para nuestra vida, y aún no lo logramos a pesar de reiterados intentos, no dudemos en consultar con un especialista, quién os podrá ayudar a reforzar la voluntad o a comprender la resistencia al cambio.
Por último, recordar que, por supuesto, siempre debemos encarar nuestros nuevos planes con la convicción de que podemos lograrlos. Ya sea año nuevo o la fecha que sea, siempre estamos a tiempo de modificar esas pequeñas actitudes o hábitos que no nos gustan del todo. Con esfuerzo, todo es posible.