viernes, 4 de enero de 2013

Nuevo año:Nuevos pensamientos.


Empieza un nuevo año. Los Mayas anunciaron que sería el último. Quizá nosotros debiésemos reflexionar y plantearnos que sea el último en el que no hagamos nada para evolucionar, cambiar, mejorar, en definitiva, intentar no quedarnos estancados en pensamientos que desde hace ya tiempo nos limitan.
No cabe duda que nos condicionan innumerables factores, como nuestra cultura, el ambiente donde nos criamos o nos movemos y, en particular, aquello que nos enseñaron de pequeños y que se grabó en nuestras mentes, convirtiéndose en automatismos que, en muchas ocasiones, nos llevan a sufrir innecesariamente.
Miramos al pasado con esos condicionantes, sintiendo muchas veces culpa, remordimiento, y tememos que el futuro no sea lo esperado, sintiéndonos con miedo, ansiedad y angustia ante lo que nos espera.
Nuestro pensamiento crea nuestra realidad, por tanto, si nuestra realidad presente no es la que desearíamos, quizás podríamos empezar por modificar esos pensamientos. Sin embargo, sentimos una extraña comodidad dentro del incómodo mundo que nos hemos montado, pues es lo que conocemos, lo que nos hace sentir seguros aunque no nos guste demasiado. Sabemos manejar esa situación y esa realidad. Un cambio de perspectiva implica reconocer que nuestros mecanismos ya no funcionan y se traduce en “salir de nuestra zona de costumbre o seguridad” que tan celosamente y durante tanto tiempo hemos defendido, convirtiéndola en una especie de cárcel.
Podríamos compararnos con ese jilguero que tenemos en una jaula en nuestra cocina desde hace ya tantos años que ya no recordamos cuándo entró en nuestras vidas. Si le abrimos la puerta de la jaula no irá más allá de la sala de estar para regresar prácticamente de inmediato a su encierro, aún cuando las ventanas de casa estén abiertas indicando el camino de “la libertad”. Esto se debe a que lo que hay fuera resulta desconocido y nos asusta.
Sentimos gran miedo a equivocarnos, a embarcarnos en la incertidumbre de lo desconocido y, sin embargo, sólo a través de los errores podemos llegar a aprender, cambiar, mejorar y evolucionar.
Otras personas se escudan en el “yo soy así y no puedo hacer nada para cambiar, ya que siempre fui así, desde que nací”…”es mi carácter…cómo voy a cambiar a estas alturas”. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, ya que el primer paso para cambiar es quererlo, desearlo con fuerza y estar dispuesto a equivocarse por el camino.
Sin duda ese cambio debe venir desde algo que me motive a hacer el recorrido, pues si algo me motiva el camino se me hará más ameno y agradable y no tendré la tentación de abandonarlo a la primera de cambio. Por eso, en ocasiones, solicitar ayuda para elegir qué camino escoger es una buena opción y un signo de valentía.
Si dejamos de aprender y de evolucionar nos quedaremos obsoletos, desfasados, fuera de lugar, perdidos. Así, las preocupaciones que siempre hemos tenido se acentuarán y se repetirán de forma constante convirtiéndose en obsesiones. Debemos cambiar, salir de esa “zona de seguridad”, olvidar el refrán absurdo de “más vale lo malo conocido…” que nos invita al conformismo de la infelicidad. El movimiento es vida y en lo nuevo están las posibilidades de mejora, pues aquello viejo que hace ya tiempo que no me funciona no lo va a volver a hacer de repente, sin más. Necesitamos ser más humildes para afrontar el cambio, estar dispuestos a caernos para luego levantarnos. Lo desconocido requiere más esfuerzo personal que lo ya descubierto, pero nos abre nuevas posibilidades. Dejemos pues con el año que finalizó el miedo a equivocarnos, ya que no podemos aprender sin errores, y seamos capaces de salir de la jaula y volar hacia la ventana, para surcar el inmenso cielo azul con el viento como motor, aunque a veces este no vaya a nuestro favor.