sábado, 18 de octubre de 2014

Practicar la gratitud.

Todas las emociones son necesarias y útiles. Saber expresar lo que sentimos forma parte de nuestra inteligencia emocional y es una forma de acercarnos a una mejor salud mental. Todos tenemos el derecho a sentirnos como lo hacemos en cada momento ya que cualquier sentimiento va implícito a nuestra condición humana; además, darnos la libertad de estar decaídos o tristes, contra lo que podamos pensar,es algo positivo, necesario y enriquecedor. Sin embargo no podemos dejarnos embriagar por la tristeza y acomodarnos en ella.Cualquier emoción en exceso no es adecuada, incluso un exceso de positivismo puede hacer que generemos unas expectativas irreales, poco coherentes con nuestras capacidades y circunstancias, y esto contribuir a aumentar nuestro nivel de insatisfacción y a generar frustraciones que nos resulten perjudiciales.
Una de las alternativas al positivismo exacerbado centrado en las expectativas referentes al futuro es el hábito de practicar la gratitud, es decir, el hábito de reconocer (darnos cuenta) y de sentirnos agradecidos por todo lo que tenemos (y obtenemos), en vez de centrarnos en todo aquello que nos falta. 
Reconocer y, en cierto modo, conformarse con lo que uno tiene (y obtiene) no significa dejar de estar interesado en mejorar, ni tampoco rendirse ni bajar la cabeza; no tiene que ver con resignarse, sino con ser consciente y aceptar las limitaciones propias, abandonando las prisas y las urgencias por cambiar aquello que nos rodea y no nos gusta. 
Si nos precipitamos es cuando las expectativas pueden resultar dañinas y generarnos ansiedad, convirtiéndose en obstáculos para tener una relación sana con la vida: cuantas más expectativas tengamos, menos habremos satisfecho, y por tanto más insatisfacción sentiremos. 
 En este sentido practicar la gratitud aprendiendo a dar las gracias, tanto por lo que tenemos como por lo que nos dan, me parece un buen ejercicio y una gran fuente de bienestar, porque además de hacernos sentir bien a nosotros mismos y a los demás, es algo que nos ancla al presente, permitiéndonos abordar el cambio y la mejora desde la consciencia y la serenidad, alejándonos de las urgencias. 
Si esperamos despertar cada mañana es poco probable que nos sintamos agradecidos por estar vivos. 
Hay personas que parecen capaces de agradecer todo aquello que la vida les pone en su camino sin aparente esfuerzo, y sin embargo otras a las que les cuesta un mundo porque todavía no han aprendido cómo hacerlo. Muchas de estas últimas parecen incapaces de practicar la gratitud porque casi nunca están conformes ni contentas con lo que tienen y les sucede, por no hablar de que siempre quieren más y nunca se sienten saciadas o satisfechas. 

La gratitud es una actitud que nace de la humildad, por lo tanto, para ser agradecido hay que ser primero humilde, cualidad de la que las personas permanentemente insatisfechas suelen carecer. Ser humilde implica entre otras cosas: 

. Reconocer nuestros errores y limitaciones. 
. Estar dispuesto a equivocarse y aprender. 
. Saber pedir perdón. 
. Ayudar, respetar y valorar a los demás. 
. Dejar de presumir o alardear. 
. Ser generoso. 
. Hablar menos y escuchar más. 

Y no deberíamos confundir ser humilde con ser servil porque son dos cosas totalmente diferentes. Lo servil está relacionado con la servidumbre y la baja estima, sin embargo la humildad no solo es perfectamente compatible con una alta estima sino que además la fomenta. Las personas humildes son las que mejor se valoran practicando el respeto por sí mismas para, a partir de ahí, respetar y valorar a los demás. 
La expresión de gratitud más simple que conozco consiste en una mera sonrisa y un “gracias” que le haga saber a la otra persona que su presencia, su palabra, su silencio o sus actos son importantes, y que de alguna manera nos ayudó con lo que hizo (aunque no lo hiciera para ayudarnos). Se trata de demostrar respeto y de valorar lo que los demás hacen por nosotros. 
El agradecimiento sincero genera a su vez más agradecimiento; no solo se trata de agradecer a los demás, sino que debemos empezar por valorarnos y agradecernos a nosotros mismos todo lo que somos y lo que hemos conseguido, mucho más allá de los errores cometidos y de todas nuestras limitaciones. Se trata pues también de aceptar nuestros errores y permitirnos cometerlos, permitiendo también a otros que puedan errar. Esto hará que apreciemos, valoremos y vivamos el presente, aceptando la vida tal cómo es y alejando la insatisfacción derivada de pensar en cómo creemos que debería ser. 
La gratitud, además, es como un músculo que a medida que lo entrenamos se hace más fuerte, y de esta manera nos permite percibir cada vez más cosas por las que sentirnos agradecidos. Por eso es importante ser constantes y entrenarlo con regularidad y de forma consciente: no sirve de nada decir gracias de forma automática y como mera fórmula de cortesía si no lo sentimos sinceramente. 
La gratitud es una de las actitudes más importantes que puedes adquirir y una de las que más cambiará tu vida. Alguien agradecido está mucho más cerca de lo que significa ser feliz y de llevar una vida más plena de lo que lo está una persona crítica y malhumorada. 

 La gratitud también cambiará tu perspectiva de la vida. Las personas agradecidas ponen su foco en dar y en los demás; las personas desagradecidas se fijan más en sí mismos y en autocompadecerse, en su inseguridad, en sus dudas, en la envidia y deseo de ser como otros que sí son agradecidos y viven exitosamente felices. La gente agradecida es también mucho más optimista y siempre ve las circunstancias en las que se encuentra como una oportunidad para aprender lecciones y sacar algo bueno, lo cual no implica que no pase por momentos bajos y tristes, por decepciones y frustraciones. 
Ten además en cuenta que, cuando practicas la gratitud, no solo tú te sientes bien, sino que contribuyes a mejorar la vida de los demás incrementando su bienestar. Y te darás cuenta que cuanto más das, más recibes, porque cualquier acto que realices encaminado a mejorar la vida de otra persona redundará en un beneficio para ti mismo. 

La gratitud nos conecta con la vida, contribuye a la felicidad y al optimismo, reduce la insatisfacción, nos ayuda a adaptarnos a las circunstancias, mejora nuestra salud mental y eleva nuestra autoestima, confianza y seguridad, además de mejorar nuestras relaciones, haciéndolas más sanas y enfocándonos hacia lo positivo y los valores que ello conlleva. 
¿No te parecen razones suficientes como para ponerte a agradecer ya mismo? 
Yo hoy quiero agradecer a la persona tan especial que me ha pedido que escriba este articulo y a todos los que dediquéis vuestro tiempo a leerlo. Espero que lo disfrutéis y lo compartáis con otras personas a quién pueda ayudar.