viernes, 11 de diciembre de 2015

La Magia de Compartir…


La ciudad ya brilla anunciando la llegada de la navidad. Si bien Ésta anuncia una época de disfrute, gozo, encuentros y desencuentros, no cabe duda que invita también a la reflexión, despidiendo un año más que se va y augurando la llegada de uno nuevo, cargado de magia e ilusiones renovadas.
 Es el tiempo de los nuevos propósitos, de los recuerdos amables y encuentros, pero es sin duda también tiempo de nostalgia y de recuerdo de los que ya no están. De mi mente no puede borrarse una mesa familiar llena de dulces y de latas de mejillones y aceitunas en platillos de cristal que brillaban como diamantes, servilletas recién planchadas y cintas de navidad envolviendo un centro de mesa. Sin embargo la navidad va transformándose cuando las personas que creen en su magia se van marchando, cuando aquellas que año tras año trataban de crear unión, aquellas por las que cada año la navidad cobraba sentido, ya no están. Sin embargo podemos hacerlas presentes de nuevo en nuestras mesas trayéndolas a nuestros corazones, pues de algún modo cada año vuelven a estar presentes al recibir de nuevo la Navidad en nuestros corazones.
Es el momento de compartir ilusiones, sonrisas, abrazos, sueños, miradas, tiempo y magia. Es tiempo de amor y unión.

Cuando abandonamos el territorio de la infancia, poco a poco, nos damos cuenta de muchas cosas que quizás, en aquella época, quedaban difuminadas por los sueños o escondidas detrás de nuestras ilusiones. Unos deseos vírgenes, todavía sin adulterar por la funesta maraña de confusas emociones que nos acompañan cuando “pegamos el estirón”.

Por desgracia, muchas veces las «Navidades» constituyen una pesada carga para muchas personas, un lastre difícil de aligerar, un tiempo que hemos olvidado cómo vivir. Compromisos por los que patalean nuestras almas y comilonas que dejan exhausto a nuestro templo de carne y hueso, consumismo, compra, ausencias…

Es muy complicado ofrecer una respuesta unánime a lo que cada uno siente cuando se acercan estas fechas. Somos muy distintos y cada persona necesita recorrer su camino, vivenciar sus propias experiencias para darse cuenta de que la «Navidad» es un nacimiento, un principio, un nuevo comienzo. Pero esta vivencia solo puede transitar nuestros corazones, el de cada uno. Nadie puede decirnos como debemos sentir: es un descubrimiento al que debemos llegar poco a poco…

La creciente luz de este solsticio invernal nos invita a la «Natividad» de algo nuevo en nuestra vida: «depende de ti, comienza, se trata de ti». Y así, como preconizaban los que nos precedieron, todos los años podríamos «volver a nacer», a concedernos una ocasión para renovar toda la negatividad que hemos ido acumulando a lo largo del año.

Ahí está lo verdaderamente importante: volver a nacer, renovarnos en sentimientos y emociones para que estas no mueran en nuestros corazones.

 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Pienso, luego siento.


Varios filósofos antiguos (Platón y Aristóteles) y líderes modernos (Antony Robbyns, Robin Sharma, Suryavan Solar) coinciden en que “el hombre es el verdadero dueño de su destino”. ¿Cuál será la raíz y el punto de convergencia capaz de perdurar en el tiempo? La respuesta más adecuada y simple es que hombres y mujeres que asumen la responsabilidad de sus propias vidas y de liderarse a sí mismos tienen el poder y la capacidad de influir en su propio subconsciente, es decir, pueden construir un jardín florido y abundante, lleno de flores de todos los colores y tamaños, a través de pensamientos constructivos y positivos; o por descuido dejar que se filtren pensamientos inútiles y negativos y crezcan y se reproduzcan en ese jardín como maleza, sembrando desconfianza hacia ellos y sus semejantes.
Saber reconocer nuestros pensamientos es la base de nuestra capacidad para dar y recibir. Ser consciente de cómo nos sentimos y sintonizar con esos sentimientos es la forma más rápida de saber lo que estamos pensando.
Emociones tales como el entusiasmo, la felicidad, la gratitud o el amor nos predisponen a estar abiertos, generosos y en armonía, independientemente de lo que pase a nuestro alrededor. La celebración de ese estado atrae más emociones de ese tipo y situaciones que nos brindan bienestar. En realidad es muy sencillo: “semejante atrae semejante”. Si a diario te preguntaras “¿Qué estoy atrayendo?” ¿Cómo me siento en este momento de mi vida? Probablemente, si te sientes bien, estarás creando un futuro que seguirá la senda de tus deseos. Todo lo que pensamos y sentimos está creando nuestro futuro.
Por otro lado, emociones como angustia, enojo, ira, rencor o frustración atraerán más desarmonía e insatisfacción. Los pensamientos son los que provocan los sentimientos. Éstos determinan la frecuencia de nuestras emociones. Recuerda que los pensamientos son la causa primera de todas las cosas. Cuando mantenemos un pensamiento durante un tiempo, éste se transmite al Universo. Ese pensamiento se adhiere magnéticamente a la frecuencia de lo semejante y en cuestión de segundos devuelve la lectura de esa frecuencia a través de las emociones que sentimos.
Dicho de otro modo, el Universo se comunica contigo a través de tus sentimientos
para decirte en qué frecuencia te encuentras en este momento. Cambia tus pensamientos y dirígelos a dónde quieres. Del mismo modo, todo aquello que pensamos o  hacemos tiende a volver a nosotros, tal vez nunca de dónde esperamos o creemos que llegará, pero sí de algún lugar, recibiendo así aquello que nosotros mismos hemos dado. Lo que hacemos y cómo lo hacemos vuelve como un boomerang hasta nosotros de la misma forma en que lo hemos hecho, sin cambios, y además deja huella, inevitablemente. Algunas más profundas que otras, pero lo que hacemos siempre le influye a alguien (incluidos nosotros mismos) y nuestras acciones llegan más lejos de lo que sospechamos. Las personas hemos de esforzarnos en vencer el miedo y la desconfianza ante la incertidumbre de lo que no conocemos y cambiar la forma en que actuamos y pensamos, mostrarnos de forma autentica y sincera, quitarnos las máscaras. Pero para vencer la inseguridad necesitamos esforzarnos desde dentro para que nuestra actitud se refleje también hacia fuera. Son solo algunos los que suelen anticiparse a los cambios, señalando los caminos que después seguirá la mayoría; unos pocos son los genuinos, auténticos, espontáneos, los que no desconfían del resto, mostrando una actitud abierta y generosa. Eso no evita el no poder alejarnos de personas que emiten negatividad, ni tratar de luchar contra molinos de viento para que todo el mundo actúe desde el amor. Responsabilizarse de lo que uno hace no tiene una connotación negativa sino todo lo contrario, implica madurez y libertad. Cuando comprendemos que somos libres de tomar la actitud que queremos en la vida, responsabilizarnos de nuestras acciones nos resulta fácil y natural. Si al principio parece incómodo, el truco está en darnos tiempo. No tenemos por qué responder ni actuar en el mismo momento en que ocurren las cosas. Somos libres de tomarnos el tiempo necesario hasta asegurarnos de tener la actitud deseada. Esta es la gran diferencia entre actuar y reaccionar. Después, es necesario aceptar las consecuencias con optimismo, sabiendo que son éstas y no otras, el resultado de nuestra acción. Es la ley de causa y efecto: “Quien siembra, recoge.”
Reflexionemos sobre qué estamos pensando al leer esto, en nuestros sueños, nuestros deseos, en si nos alejamos de personas que amamos por orgullo, en si somos sinceros con los demás y con nosotros mismos; entendamos que lo que pensamos tiene un impacto y que lo que hacemos nos llegará de otros, lo bueno y lo malo; pensemos en comportarnos tal y como nos gustaría que nos tratasen a nosotros.
Dedico este artículo a alguien que llego hace unos días a mi vida después de años perdido, para devolverme su agradecimiento y su amor, alguien que con sus palabras ha renovado el vuelo de mi boomerang, que ya se dirige de nuevo cargado de amor en otras direcciones, pues en algún momento pensé que no llegaría, tal vez solo porque creía que vendría desde otras direcciones.
Gracias, Suso.
 
 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

CON LA CAPA DE SUPERMAN Y VOLANDO AL RAS.

Todos desempeñamos roles cuando nos relacionamos con los demás. Dichos roles van cambiando y, en ocasiones, pueden llevar a relaciones patológicas y de dependencia mutua e insanas.
Resulta llamativo como, por lo general, no somos conscientes de qué actitud adoptamos cuando nos relacionamos con los demás, y cómo este rol determina, en muchas ocasiones, nuestra forma de comunicarnos y de relacionarnos. Son los llamados juegos psicológicos.
Hay 3 posibles roles que se adoptan cuando hay conflictos:
  • Víctima: en este caso, la persona adopta un papel de víctima de la situación. Es habitual que diga frases del estilo: “¿Por qué me pasa a mí esto?”,” Todo me pasa a mí”, “Tengo mala suerte”…. La persona en el papel de víctima busca auto compadecerse y que alguien le salve de su situación. Es una postura cómoda para la persona ya que trata de despertar sentimientos de pena y lástima en los demás.
  • Perseguidor: a diferencia del papel de víctima, la persona que adopta el papel de perseguidor suele aprovecharse de las debilidades de los demás para descargar su rabia con ellos. Se trata de humillar sin más, perseguir hasta que los otros se sientan culpables por lo que hacen o no hacen.
  • Salvador: la persona que adopta este rol trata incesantemente de salvar a todo el mundo de todos los males del universo, tanto si se lo pides como si no. El salvador ayuda por la necesidad intrínseca que siente de sentirse imprescindible.
Para este artículo me gustaría centrarme concretamente en el rol del salvador.  Esta persona denota una preocupación excesiva por los sentimientos y necesidades de los demás, incluso en detrimento propio. Cree que si se compadece de los demás y se sacrifica lo suficiente por ellos será una persona alabada y querida. No obstante, dado que raras veces hace públicas sus propias necesidades y sentimientos, y menos aún los hace prevalecer, lo normal es que termine sintiéndose agobiado e inapreciado. Sin embargo, al creer que sus acciones hacen de él “una buena persona”, en el fondo se siente orgulloso de su sacrificio y de su desvelo por el prójimo.
En el fondo el Salvador es un niño abandonado que sin saberlo espera encontrar a alguien que le salve. Tal vez sus carencias de niño/a abandonado/a le hacen tener la necesidad de no dejar a nadie desprotegido en un afán inconsciente de no revivir su propia historia de pérdidas y carencias.
Difícilmente podrá cubrir esas carencias cuando, en su intento de salvar, suele ser frecuente vincularse con personas dependientes, atrayéndose como los polos opuestos de un imán o también puede gestarse desde una relación interpersonal normal y derivar lo patológico bajo un hecho de características especiales como ser la pérdida real o subjetiva de autonomía, no solo física, sino que también en algún otro aspecto de la vida, por ejemplo podría gestarse entre dos amigos, familiares, pareja , en que uno de ellos pierda el trabajo o ingrese en una situación económica difícil.
Esta persona que asume el rol de salvador es aquella que presta toda su capacidad de acción sobre quienes se vinculan con ellas a través de su esfuerzo voluntario de superación,  proyecta sus capacidades en auxilio de los demás, a los que considera dentro de la frontera de su ego, con el objeto de hallar un lugar en el mundo.
Este tipo de respuesta interna puede también deberse a una sobre-exigencia sufrida en su crianza para poner en práctica valores morales impuestos, sin que se le haya permitido tomarse el tiempo de experimentar en la vida y equivocarse para
 
poder definir su propia moral.
Las razones por las que una persona actúa de esta forma son, en general, inconscientes; conscientemente se percibe como bondad y buena voluntad y puede haber sido un aprendizaje irracional inconsciente asimilado en alguna etapa de la vida o como medio para defenderse de la soledad, para encontrar un lugar en el mundo, para compensar sentimientos de culpa, los cuales pueden tener un contenido irracional o irreal introyectado en la niñez en ámbitos culturales en donde la ausencia de bondad era ampliamente censurada. Cabe aclarar que en esencia el que asume el rol de salvador tiene sentimientos positivos, solo que invade, o bien se deja manipular en ocasiones o manipula él, para actuar dentro del ámbito de la frontera del ego de otro ser humano, suponiendo que es el rol que corresponde en función de fantasías al respecto de sus capacidades.
Existen casos extremos en que este tipo de vinculación (dependiente – salvador) deriva gradualmente desde una relación normal a la trasformación en una relación patológica, en que la persona dependiente se convierte inconscientemente en un insaciable tirano y dominador, mientras que el salvador, en su inconsciente obligación autoimpuesta a hacer el bien proyectado exclusivamente en la persona dependiente, termina frustrado en una caótica relación de codependencia. Muchas veces el salvador se encuentra con sentimientos de culpabilidad al poner un límite sano en esas relaciones de dependencia insanas, viéndose juzgados por su propia víctima a la que ayudaban, que se convierte en cruel verdugo que expulsa a su salvador definitivamente de su vida, buscándose siempre tal como hace la víctima excusas en las que se justifica dicha expulsión y se culpa al salvador de no haberle dado la ayuda que requería o no haberle sabido entender a pesar de los esfuerzos y la energía gastada por el salvador en ayudar a la víctima que nunca se dejara salvar para continuar regocijándose en los beneficios de su propio rol de víctima.
El salvador debe aprender a salvarse a sí mismo, pues su propia necesidad de salvar a otros es un intento fallido por encontrar su propia salvación a sentimientos de pérdida y culpa albergados desde su niñez, produciendo su papel de continuo salvador frustraciones constantes y una falta de control, pues las víctimas tienen mucho miedo a salir de su papel por ser el único que conocen y saben representar y eso supone muchas veces que el salvador no consiga su objetivo de salvarlos con el posterior abandono de la víctima.
El desapego del salvador de esas personas y el establecimiento de límites y superación del abandono de la víctima ,muestra de forma visible la mejora en el sentimiento de abandono del niño que se convierte en su propio salvador.
¿Qué pasa cuando Superman se quita su capa? , Nada, solo que no puede volar ni tiene superpoderes; se convierte en una persona normal con responsabilidades normales, un trabajo normal y una vida normal, no en un superhéroe pendiente de salvar al mundo de todas sus catástrofes.
La persona empieza a saber pedir a otros y establecer relaciones sanas que le aportan y no relaciones en las que solo aportan ellos a víctimas necesitadas.
Venga Salvadores, quitaros la capa, es muy cansado ser un superhéroe de por vida, quitaros los miedos al quitaros la capa, pues debajo se esconde una increíble persona con miedos y coraje para afrontar cualquier cosa, aunque no podamos volar.
Dedicado a todas aquellas personas que asumen el difícil rol de salvadores y en especial a esa niña de mirada dulce a la que tanto quiero para que se quite la capa…
 

miércoles, 24 de junio de 2015

MUSICA, ILUSIONES E INFUSIONES…LA MAGIA DE COMPARTIR AMOR

Creo que he tenido la suerte en la vida de contar con personas extraordinarias en mi vida y ser para ellas también alguien valioso en sus vidas. Sin embargo a veces no sabemos soltar o transformar aquello que, por apegos, lleva mucho tiempo acompañándonos a lo largo de nuestras vidas y se convierte en algo a lo que debemos dejar paso, creando nuevos espacios a partir del vacío que se ocasiona.
La amistad cumple la importante función de apoyo social, generando sentimientos de pertenencia y aceptación. A su vez el sentimiento de pertenencia hace que se tengan más habilidades de afrontamiento, que se den situaciones de autoeficacia y una mayor satisfacción en las relaciones sociales; todo ello incide de manera beneficiosa sobre nuestro bienestar físico y psicológico.
Las personas a veces nos decepcionamos con las amistades por diferentes interpretaciones sobre qué entendemos como verdadera amistad; en ocasiones creemos que damos más que lo que recibimos y se produce un desequilibrio en la relación afectiva. Existen 5 características de las amistades sanas:
 
1.       Autenticidad, es decir, expresar claramente el modo de sentir sin máscaras ni reservas. No es lógico no decir algo a un amigo por miedo a su respuesta o reacción por sentirse juzgado.
2.       Cordialidad, que consiste en aceptar de forma incondicional sin pretender que los demás hagan lo que uno quiere. Ello no implica no dar nuestra opinión sobre lo que nos gustaría o lo que nos molesta.
3.       Empatía o capacidad de comprender lo que la otra persona siente. A veces no hacen falta las palabras.
4.       Disposición de apertura hacia el otro, de compartir de puertas para afuera.
5.       Equilibrio entre el dar y recibir, entre los espacios compartidos positivos y negativos. Todos huimos de personas que solo comparten dolor y desdicha.
La mayoría de las relaciones de amistad y de pareja fracasan en alguno de estos puntos. Después, el éxito en restablecer el equilibrio dependerá del esfuerzo que realicen las dos partes por llegar a algo diferente a lo que fue, pero no necesariamente peor, sino mucho mejor y más maduro.
Mi perspectiva, no solo como terapeuta sino como amiga que ama profundamente a sus amigos es la de conservar aquello que ha valido la pena en tu vida. Para mí, las personas importantes son las que te hacen vibrar en algún momento de la vida y tú les haces a ellas sentir la misma intensidad en esas emociones. Si algo se rompe, esos espacios de salud compartidos permanecen en las almas, inalterables, y con un recuerdo de adorable nostalgia.
Al igual que una antigua tradición china que pega antiguas piezas de cerámica con oro y plata haciendo a esas piezas más valiosas y únicas, en mi vida me he esforzado por conservar a aquellas personas que han sido importantes para mí; en la mayoría de casos lo he conseguido y, de no ser así, tengo claro que de mi parte he puesto todo aquello que estaba a mi alcance por seguir compartiendo amor y ofreciendo todo aquello que mis sentimientos provocaban en cada momento.
Muchas veces sufrimos pérdidas porque nuestro ego no nos deja expresar lo que sentimos o pensamos, explicar nuestras razones, nuestras emociones, decir “lo siento” o “no he sabido hacerlo mejor”. Cada uno saca sus propias conclusiones y se protege proyectando la responsabilidad en el otro.
He titulado este artículo MUSICA, ILUSIONES E INFUSIONES en honor a dos personas que siempre han estado presentes en mi vida, mis amigas. Estas tres palabras resumen para mí, de forma clara, el valor de la amistad. La música siempre ha estado presente en mi vida como en la de ellas; además hemos compartido muchas canciones bailadas, cantadas, lloradas, reídas y escenificadas. Por eso la música es la melodía siempre presente, armónica y continua de la amistad. Ilusiones son lo fundamental para nutrir una amistad, pues no solo de penas y malos momentos se hacen los buenos amigos; cuando alguien se alegra de tus éxitos como si fuesen suyos y se contagia de tus ilusiones es un claro signo de amistad y algo necesario como condimento de la misma. Por último, las infusiones implican tiempo compartido de charlas y confesiones, un tiempo de transformación, maduro, reflexivo, un tiempo que ya no es de copas ni de cafés, que sustituyen la locura por la serenidad madura de compartir de forma sincera y sin miedos los pensamientos y sentimientos más profundos que una persona pudiera tener.
…a mis amigas…
 
 

 

domingo, 8 de marzo de 2015

MAS ALLA DE LO QUE SENTIMOS

Existen cosas que van mucho más allá de lo visible y razonable; es aquello que sentimos y se escapa a nuestro control.
Aunque nuestro cuerpo nos envía todo tipo de señales para interpretar el alma seguimos tratando de buscar causas racionales a problemas emocionales. Ante emociones que podemos tener enquistadas en nuestro interior, nuestro sistema inmune reacciona, debilitándose a medida que las va procesando. Buscamos soluciones prácticas y curar heridas con tiritas que no dejan cicatrizar el alma.
Esas señales que nos envía el cuerpo nos indican a veces que estamos eligiendo una ruta emocional inadecuada, un camino que no es el apropiado para ser felices. Cada uno de nosotros nacemos con un potencial increíble para desarrollar lo que en esencia somos, pero en ocasiones nos alejamos de aquello que nos proporciona el equilibrio emocional.
¿Qué me pasa? ¿Ante qué reacciono? ¿Qué cosas y personas me alteran y por qué? ¿De dónde viene la insatisfacción que siento con todo? ¿De dónde esa rabia?
Deberíamos preguntarnos también por qué últimamente siempre me duele la cabeza, o la espalda, o la comida me sienta mal; quizá estamos cargando con dudas, con pesos que debemos soltar o tragando cosas que no podemos digerir. Sin embargo, ante cualquier dolor del cuerpo, buscamos una pastilla que lo aplaque y ante cualquier dolor emocional buscamos también una píldora que elimine esa emoción. De hecho entre los fármacos más vendidos se encuentran los antidepresivos y los ansiolíticos. Sin embargo la tristeza no es algo insano que tenga que ser tapado, sino más bien una emoción que, en momentos de nuestra vida, debe ser aceptada y ayudarnos a encontrar el camino hacia otras emociones. La ansiedad no es más que un indicador de alerta que me señala que reacciono excesivamente ante amenazas que en realidad no lo son.
Hoy todo se quiere solucionar rápido y nos olvidamos, sumidos en ese ritmo vertiginoso en el que vivimos inmersos, de sentir las emociones, de vivir. Sentir es entender y avanzar, conviviendo con el sufrimiento y creciendo a través del mismo. Reconociendo y aceptando la angustia se llega a la paz. No rehuyendo el miedo se atraviesa y se supera. Las emociones son todas sanas mientras no nos quedemos permanentemente enganchados a ellas. Por ejemplo, la tristeza en sí misma no tiene por qué ser insana, pero si nos enganchamos a ella se convertirá en una enfermedad, la depresión.
Existe también una clara tendencia en las personas a sentir unas u otras emociones de forma habitual; aquí existen muchas causas que pueden influir en dichos estados emocionales, algunas incluso se escapan a nuestro entendimiento racional y solo uno mismo puede ser capaz de sentir algo diferente a lo que siente. Sin embargo hay un factor condicionante y determinante que influye en nuestro estado emocional que merece especial mención: los padres y, en particular, nuestras madres, el origen de donde venimos y donde misteriosamente se inicia nuestra vida, tal vez mucho antes de lo que somos capaces de alcanzar a pensar. Los sentimientos de nuestra madre ya se filtran por el cordón umbilical de
nuestras vidas y nos dejan un legado emocional de sentimientos que iremos colocando en el puzzle de nuestra andadura vital, repleto de fracasos y éxitos.
Hay un largo camino por recorrer aún para entender nuestra historia emocional y contarnos desde otra perspectiva lo que nos está pasando, ante qué reaccionamos, por qué nos sentimos así o por qué dependemos de otros para ser felices.
El sufrimiento físico o mental solo nos informa de que algo no está funcionando y debemos cambiar la ruta en nuestra vida. Muchas veces somos aquello que esperan los demás de nosotros, alejándonos de aquello que en realidad queremos ser y ya ni sabemos, pues nuestros deseos han quedado enterrados y nuestra alma sepultada en aras de hacer aquello que consideramos correcto o adecuado o que se nos presupone, pero que en absoluto nos hace dichosos y felices, pues no es aquello para lo que hemos nacido en realidad. Todos venimos a este mundo destinados a cumplir algo que nos hará felices. Sin embargo nos alejamos de aquellas emociones básicas que nos colman de felicidad y plenitud personal. Nos alejamos del amor sintiendo miedo a que nos hieran. Nos alejamos de la autonomía emocional dependiendo de otros para ser felices y atribuyendo así a otros nuestras desdichas. Nos alejamos de nuestra creatividad para envidiar lo que otros hacen o tienen y nos alejamos así de la paz en pro de una vida con más y más cosas que nos “satisfacen” momentáneamente y a su vez nos dejan insatisfechos.
Crecer es aceptar el sufrimiento y superarlo, es reconocer el miedo y traspasarlo a pesar de todo, es convencernos que nos hemos equivocado y volver a intentarlo, asumiendo nuestros errores sin tratar de buscar justificaciones en el proceder de los demás.
El camino es largo y con piedras, pero al final puede verse una orilla en calma de aguas cristalinas donde pararse y reposar para tomar aliento y sentir la paz del camino disfrutado y pisado.

lunes, 9 de febrero de 2015

¿No seria mejor aprender a nadar?

Los seres humanos nacemos para establecer lazos entre nosotros, pero nadie nos enseña a controlar su impacto en nuestras vidas. Dependiendo de las relaciones del primer grupo humano, nuestra familia y lo sanas y fluidas que hayan sido dichas relaciones, estableceremos el resto de lazos futuros.  
Algunas personas no conciben la vida sin su pareja, madre, amiga, trabajo; ahora bien, ninguno de éstos es imprescindible para salir adelante, como si de aire o agua se trataran. Todos sentimos afecto y simpatía hacia algo o alguien, pero la existencia de ese sujeto no debe condicionar nuestra felicidad. Quien no está dispuesto a la pérdida renuncia a uno de los rasgos innatos del hombre: la autonomía, la capacidad de gobernarse uno a sí mismo y ser libre.
Para otros el amor se convierte en una verdadera obsesión que lacera completamente las posibilidades de crecimiento de la pareja. En el ámbito psicológico este problema se conoce como “dependencia emocional o afectiva" Estar "enganchado" emocionalmente a alguien consume nuestra energía, libertad y salud mental. Ese vínculo obsesivo y enfermizo implica miedo y angustia a perder a la persona, incluso aunque esta nos dañe. Soltar lastres y desprendernos de aquello que nos hace daño es una de las mayores dificultades, en especial para personas que no han establecido afectos sanos y seguros desde la niñez.
Las relaciones terminan, los padres se mueren, las condiciones de trabajo varían, pero algunos se sorprenden al descubrir en primera persona esta realidad. Nunca están preparados para el duelo. Si a dicha actitud le añadimos la incapacidad de manejar los conflictos sin pedir ayuda psicológica para resolverlos, la probabilidad de desarrollar dependencia emocional es mucho mayor.
Las personas con dependencia emocional sienten una sensación desproporcionada de placer y euforia cuando se está con la persona amada y ansiedad o tristeza cuando se está alejado de ella; cuando estas emociones se magnifican nuestra vida emocional depende de otro y tenemos que preguntarnos si no nos estamos perdiendo a nosotros mismos.
Al igual que sucede con las drogas, la dependencia emocional genera la necesidad de incrementar el contacto con la otra persona hasta el punto que se intenta acaparar todo su tiempo, conocer todos sus pensamientos y formar parte de toda su vida y mundo interior,siendo más importante resolver los problemas y conflictos del otro que los de uno mismo, perdiéndose así los límites de la personalidad.
El principal problema de la dependencia emocional es que se va instaurando poco a poco, a menudo con el consentimiento del otro miembro de la pareja o persona querida. De una forma u otra, debemos tener claro que en la adicción al amor hay dos protagonistas: el que ama en demasía y el que se ha dejado amar de esta manera. De hecho, muchas parejas logran establecer un equilibrio que dura años, hasta que uno de los dos (normalmente el que es controlado y recibe el amor) se cansa y decide poner fin a la relación de pareja enfermiza. Obviamente, esta no es la solución ideal. En todo caso, estas relaciones donde una persona es dependiente emocionalmente de la otra, son insanas y desequilibradas. Este tipo de situaciones conforman un terreno donde los miembros de la pareja no pueden crecer como personas y donde ninguno de los dos se siente realmente satisfecho ni feliz.
Aunque objetivamente, y visto desde fuera, este tipo de relación sea insalubre, lo cierto es que engancha muy fuertemente a los dos miembros. Ambos miembros saben que las consecuencias de la relación son negativas, pero no pueden cortar el vínculo de unión.
 En casos extremos nos encontramos con  que estas relaciones tóxicas terminan en situaciones de maltrato, donde el dependiente dominante necesita humillar, vejar y maltratar a la otra persona, considerándola de su propiedad, pero no la abandona y no acepta que sea la otra persona la que le abandone.
Muchas personas obsesivas y perfeccionistas adoptan una férrea rutina de trabajo de la que no pueden despegarse aunque quieran. Otras se angustian al imaginar su vida sin su pareja. Una de las causas de la adicción es la inmadurez emocional: quienes encajan en el perfil tienen poca tolerancia a la frustración, son vulnerables e incapaces de hacer un buen manejo del placer.
El dependiente carece de libertad y no sabe tomar decisiones en primera persona. Es cierto que el objeto de deseo brinda una tranquilidad transitoria mientras está ahí, pero cuando desaparece, la sensación es insoportable.
¿Merece la pena vivir con ansiedad por miedo a perder lo que, en teoría, nos da la felicidad?
Desprenderse emocionalmente de alguien no implica tener indiferencia afectiva, es decir, que tu dolor no me duela y tu alegría no me alegre. Significa "estar contigo" pero no sentirme preocupado por la relación, que "tú no me definas y yo no te posea”.
Uno de los principios clave para superar la dependencia es la aceptación; aceptar que nada es para siempre. La permanencia no existe. “Las cosas cambian, se transforman y se pierden". 
Una manera de crear resistencia frente a los apegos y un entrenamiento simple podría ser el siguiente ejercicio: “métete una galleta de chocolate en la boca y sácatela tal cual está”. Aprende a sobrevivir sin lo que crees que aporta sentido a tu existencia.
Otro ejemplo sería convertirse en un banco de niebla. Eres un ser nebuloso que no atrapa insultos ni críticas. Si dejas que las palabras dolorosas te atraviesen evitarás, por ejemplo, depender de la aprobación de los demás. “Es mejor que te aplaudan a que te silben, pero si no puedes vivir sin el aplauso, tienes un problema”.
Otro aspecto importante para afrontar la dependencia es aportar a la persona una dosis de realismo. “Hay que ver las cosas como son". Los budistas enseñan una virtud: la desesperanza, o ”Aprender a perder es importante para no toparse con la realidad y sufrir en exceso".
El apego biológico a los hijos es inevitable, pero de preocuparnos por ellos a tener una actitud sobreprotectora hay una distancia considerable. Hay quienes impiden que su hijo salga con sus amigos, llegue tarde a casa, se independice, sea libre y aprenda a hacerse cargo de sí mismo. Cuando llega el momento de la independencia emocional del hijo, algunos padres entran en crisis. ¿Acaso creemos que la infancia es eterna?.
En mi experiencia terapeútica me he encontrado hijos dependietes siempre procedentes de padres dependientes que proceden a su vez de abuelos dependientes y así podríamos retroceder en el arbol genealógico, a saber cuantas generaciones. En algún momento alguien llega para cortar ese ciclo de repeticiones patológicas y suele ser la persona que llega a la consulta, la "oveja negra", la que sale de ese rebaño eterno de ovejas blancas que pastaban una hierba que no les sentaba bien pero no vieron jamás que a su alrededor había otros prados de hierba fresca donde pastar libremente, pues lo más cómodo era seguir en el prado conocido sin moverse. El dependiente emocional siempre alberga en su interior un profundo miedo al cambio.
Querer a la familia no está reñido con tener autonomía. “Hay que estar pendiente, pero no ser dependiente“. Nos alegramos de su felicidad y sufrimos con sus tristezas, pero no dependemos de ellos y su felicidad para la nuestra propia.
Estar enamorado no implica no poder vivir ni disfrutar si nos alejamos de la persona amada o si esa persona se aleja de nuestras vidas. 
Levantamos ideales de barro que se derrumban con la lluvia, dejándonos el alma mojada.
Imagina que te dan un salvavidas para cruzar el río porque si no, te hundes; entonces dependes del flotador. ¿No sería mejor aprender a nadar?. Muchos de los apegos existen porque te ayudan y mantienen tu falta de habilidad. Resuelve tus déficits para no engancharte a las soluciones fáciles.