lunes, 9 de febrero de 2015

¿No seria mejor aprender a nadar?

Los seres humanos nacemos para establecer lazos entre nosotros, pero nadie nos enseña a controlar su impacto en nuestras vidas. Dependiendo de las relaciones del primer grupo humano, nuestra familia y lo sanas y fluidas que hayan sido dichas relaciones, estableceremos el resto de lazos futuros.  
Algunas personas no conciben la vida sin su pareja, madre, amiga, trabajo; ahora bien, ninguno de éstos es imprescindible para salir adelante, como si de aire o agua se trataran. Todos sentimos afecto y simpatía hacia algo o alguien, pero la existencia de ese sujeto no debe condicionar nuestra felicidad. Quien no está dispuesto a la pérdida renuncia a uno de los rasgos innatos del hombre: la autonomía, la capacidad de gobernarse uno a sí mismo y ser libre.
Para otros el amor se convierte en una verdadera obsesión que lacera completamente las posibilidades de crecimiento de la pareja. En el ámbito psicológico este problema se conoce como “dependencia emocional o afectiva" Estar "enganchado" emocionalmente a alguien consume nuestra energía, libertad y salud mental. Ese vínculo obsesivo y enfermizo implica miedo y angustia a perder a la persona, incluso aunque esta nos dañe. Soltar lastres y desprendernos de aquello que nos hace daño es una de las mayores dificultades, en especial para personas que no han establecido afectos sanos y seguros desde la niñez.
Las relaciones terminan, los padres se mueren, las condiciones de trabajo varían, pero algunos se sorprenden al descubrir en primera persona esta realidad. Nunca están preparados para el duelo. Si a dicha actitud le añadimos la incapacidad de manejar los conflictos sin pedir ayuda psicológica para resolverlos, la probabilidad de desarrollar dependencia emocional es mucho mayor.
Las personas con dependencia emocional sienten una sensación desproporcionada de placer y euforia cuando se está con la persona amada y ansiedad o tristeza cuando se está alejado de ella; cuando estas emociones se magnifican nuestra vida emocional depende de otro y tenemos que preguntarnos si no nos estamos perdiendo a nosotros mismos.
Al igual que sucede con las drogas, la dependencia emocional genera la necesidad de incrementar el contacto con la otra persona hasta el punto que se intenta acaparar todo su tiempo, conocer todos sus pensamientos y formar parte de toda su vida y mundo interior,siendo más importante resolver los problemas y conflictos del otro que los de uno mismo, perdiéndose así los límites de la personalidad.
El principal problema de la dependencia emocional es que se va instaurando poco a poco, a menudo con el consentimiento del otro miembro de la pareja o persona querida. De una forma u otra, debemos tener claro que en la adicción al amor hay dos protagonistas: el que ama en demasía y el que se ha dejado amar de esta manera. De hecho, muchas parejas logran establecer un equilibrio que dura años, hasta que uno de los dos (normalmente el que es controlado y recibe el amor) se cansa y decide poner fin a la relación de pareja enfermiza. Obviamente, esta no es la solución ideal. En todo caso, estas relaciones donde una persona es dependiente emocionalmente de la otra, son insanas y desequilibradas. Este tipo de situaciones conforman un terreno donde los miembros de la pareja no pueden crecer como personas y donde ninguno de los dos se siente realmente satisfecho ni feliz.
Aunque objetivamente, y visto desde fuera, este tipo de relación sea insalubre, lo cierto es que engancha muy fuertemente a los dos miembros. Ambos miembros saben que las consecuencias de la relación son negativas, pero no pueden cortar el vínculo de unión.
 En casos extremos nos encontramos con  que estas relaciones tóxicas terminan en situaciones de maltrato, donde el dependiente dominante necesita humillar, vejar y maltratar a la otra persona, considerándola de su propiedad, pero no la abandona y no acepta que sea la otra persona la que le abandone.
Muchas personas obsesivas y perfeccionistas adoptan una férrea rutina de trabajo de la que no pueden despegarse aunque quieran. Otras se angustian al imaginar su vida sin su pareja. Una de las causas de la adicción es la inmadurez emocional: quienes encajan en el perfil tienen poca tolerancia a la frustración, son vulnerables e incapaces de hacer un buen manejo del placer.
El dependiente carece de libertad y no sabe tomar decisiones en primera persona. Es cierto que el objeto de deseo brinda una tranquilidad transitoria mientras está ahí, pero cuando desaparece, la sensación es insoportable.
¿Merece la pena vivir con ansiedad por miedo a perder lo que, en teoría, nos da la felicidad?
Desprenderse emocionalmente de alguien no implica tener indiferencia afectiva, es decir, que tu dolor no me duela y tu alegría no me alegre. Significa "estar contigo" pero no sentirme preocupado por la relación, que "tú no me definas y yo no te posea”.
Uno de los principios clave para superar la dependencia es la aceptación; aceptar que nada es para siempre. La permanencia no existe. “Las cosas cambian, se transforman y se pierden". 
Una manera de crear resistencia frente a los apegos y un entrenamiento simple podría ser el siguiente ejercicio: “métete una galleta de chocolate en la boca y sácatela tal cual está”. Aprende a sobrevivir sin lo que crees que aporta sentido a tu existencia.
Otro ejemplo sería convertirse en un banco de niebla. Eres un ser nebuloso que no atrapa insultos ni críticas. Si dejas que las palabras dolorosas te atraviesen evitarás, por ejemplo, depender de la aprobación de los demás. “Es mejor que te aplaudan a que te silben, pero si no puedes vivir sin el aplauso, tienes un problema”.
Otro aspecto importante para afrontar la dependencia es aportar a la persona una dosis de realismo. “Hay que ver las cosas como son". Los budistas enseñan una virtud: la desesperanza, o ”Aprender a perder es importante para no toparse con la realidad y sufrir en exceso".
El apego biológico a los hijos es inevitable, pero de preocuparnos por ellos a tener una actitud sobreprotectora hay una distancia considerable. Hay quienes impiden que su hijo salga con sus amigos, llegue tarde a casa, se independice, sea libre y aprenda a hacerse cargo de sí mismo. Cuando llega el momento de la independencia emocional del hijo, algunos padres entran en crisis. ¿Acaso creemos que la infancia es eterna?.
En mi experiencia terapeútica me he encontrado hijos dependietes siempre procedentes de padres dependientes que proceden a su vez de abuelos dependientes y así podríamos retroceder en el arbol genealógico, a saber cuantas generaciones. En algún momento alguien llega para cortar ese ciclo de repeticiones patológicas y suele ser la persona que llega a la consulta, la "oveja negra", la que sale de ese rebaño eterno de ovejas blancas que pastaban una hierba que no les sentaba bien pero no vieron jamás que a su alrededor había otros prados de hierba fresca donde pastar libremente, pues lo más cómodo era seguir en el prado conocido sin moverse. El dependiente emocional siempre alberga en su interior un profundo miedo al cambio.
Querer a la familia no está reñido con tener autonomía. “Hay que estar pendiente, pero no ser dependiente“. Nos alegramos de su felicidad y sufrimos con sus tristezas, pero no dependemos de ellos y su felicidad para la nuestra propia.
Estar enamorado no implica no poder vivir ni disfrutar si nos alejamos de la persona amada o si esa persona se aleja de nuestras vidas. 
Levantamos ideales de barro que se derrumban con la lluvia, dejándonos el alma mojada.
Imagina que te dan un salvavidas para cruzar el río porque si no, te hundes; entonces dependes del flotador. ¿No sería mejor aprender a nadar?. Muchos de los apegos existen porque te ayudan y mantienen tu falta de habilidad. Resuelve tus déficits para no engancharte a las soluciones fáciles.