miércoles, 7 de diciembre de 2016

LAS PALABRAS SON EL CAMINO A LA ESPERANZA

La mayoría de los estudios y encuestas sobre problemas matrimoniales cataloga la comunicación como una de las principales causas de los problemas de pareja. Los estudios realizados alrededor del tema del divorcio apuntan a señalar la mala comunicación de la pareja como uno de los factores que agrava los conflictos. A menudo parejas acuden a mi consulta con frases como: “No podemos hablar de nada importante sin pelear”, “Mi esposa es demasiado sensible”, “Siempre está llorando, gritando o quejándose de algo”, “Sencillamente la evito; es más fácil”, “Como todo lo hago mal, lo mejor es no hacer nada”.

La comunicación es esencial en cualquier relación de pareja porque a través de ella podemos conocer, comprender y amar a las personas, ya que no se puede amar lo que no conocemos. Además es importante comunicarnos para que nuestra pareja sepa lo que nos gusta, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que necesitamos o esperamos de la vida y con esto nuestra pareja podrá tener un mayor conocimiento en general de nosotros y podrá entendernos y ayudarnos cuando así lo necesitemos.

La comunicación es algo fundamental  en las relaciones que tenemos y esa manera de comunicarnos se aprende desde que somos pequeños, con los padres, quienes serán los referentes a la hora de buscar pareja y en la manera de comunicarnos con ella, entendiendo como “normal” aquella comunicación que mis padres tenían entre ellos y copiando uno u otro modelo de ellos, el del padre o el de la madre. Es importante hacer un alto en el camino y evaluar hasta qué punto hemos permitido que la mala comunicación erosione la relación de pareja. Un matrimonio en el que el orgullo lleva a evitar toda evaluación de ideas, así sean diferentes en cada uno de los cónyuges, está camino al fracaso. La comunicación llega a ser efectiva entre los cónyuges cuando, a pesar de las diferencias de opinión, se establece un canal de diálogo conducente, no a agravar la situación, sino a procurar el entendimiento. Nos damos un espacio para intercambiar ideas, sentimientos y opiniones, y profundizar en el conocimiento del otro.

La comunicación, para que sea sana, debe ser coherente. Lo que decimos con las palabras debe estar en sintonía con lo  que  expresamos  con  los afectos.  A  las  palabras  deben  corresponderles  sentimientos, comportamientos y gestos coherentes.  Además una buena comunicación es intencionada,   significa  saber  qué  se  dice  y  querer  decir  las  cosas concretas  de  la manera  apropiada. Además la comunicación debe ser clara y transparente, sin segundas intenciones para no dar lugar a interpretaciones.

Cuando conocemos a una pareja, ésta trae tras de sí a todo su sistema familiar y posiblemente si en la casa de uno de los cónyuges no se comunicaban sus padres, él o ella consideren que lo normal sea la ausencia de la comunicación. Por el contrario puede suceder que el otro cónyuge viviese en un ambiente familiar donde se decía todo y se expresaban los afectos de forma desbordada, por lo que le costará entender a una pareja que no expresa ni comunica nada, que a su vez verá excesiva la forma de comunicarse de  aquél.

Pedir ayuda cuando la comunicación no es adecuada puede ser de gran ayuda pues al igual que hemos copiado la comunicación a través del aprendizaje vicario de nuestros padres podemos reaprender nuevas formas de comunicación más sanas para establecer puentes que nos acerquen a nuestra pareja y a otras personas con las que nos cuesta establecer una comunicación efectiva. Quizá si entendemos que replicamos las conductas de nuestra familia de origen y nuestra pareja las de la suya podamos crear nuevas formas genuinas de entendernos desde el tú y yo, construyendo un nosotros.

Algunas sugerencias para la comunicación en la pareja podrían ser, entre otras:

Ø Cada uno habla por él y no en el sitio del otro. 

Ø Nadie es capaz de leer la mente de los demás. 

Ø No interrumpir al otro cuando habla. 

Ø Evitar los “dobles sentidos”. 

Ø No usar intermediarios. 

Ø Ninguna alusión, ironía,  

Ø No remover el pasado. 

Ø Un tema cada vez. 

Ø Utilizar un lenguaje propositivo. 

Ø Esperar 5 segundos antes de contestar. 

Ø  Hablar en “yo” y no en “tú”. Hablar de lo que yo siento ante esa actuación sin juzgar los actos del otro

 Las palabras iluminan nuestros pasos y aprender a expresarnos de nuevo con las palabras y la comunicación adecuada es como aprender a caminar de nuevo; es difícil pero no imposible, y en pareja, si el esfuerzo es de ambas partes, el recorrido del camino se reduce a la mitad, pues cada uno recorrerá una parte del mismo para reencontrarse con el otro en el encuentro con la mejor versión de cada uno de nosotros mismos y el reconocimiento de la del otro. El camino es difícil pero sin duda vale la pena, pues no existe aprendizaje más apasionante y reconfortarte que el conocimiento de uno mismo ni mayor maestro en la vida que las parejas.

Os animo a todos a regalaros estas fiestas un espacio de comunicación con el otro si podéis hacerlo solos, y si no es posible, pidiendo ayuda a un profesional especializado en la comunicación familiar y de pareja. Las palabras bien empleadas deshacen nudos y angustia. Las palabras adecuadas iluminan el camino y lo llenan de nuevas esperanzas.

 

sábado, 29 de octubre de 2016

SIN RAICES NO PODEMOS VOLAR

Cada vez que sentimos un vacío emocional al que no encontramos motivo ni explicación racional alguna, y al que tal vez le buscamos motivos circunstanciales que suceden en nuestras vidas, siempre procede, inevitablemente, de nuestros orígenes y raíces, es decir, nuestra familia y ancestros. Muchas veces han sucedido cosas en la familia, algunas conocidas para nosotros y otras desconocidas, que dejan un peso emocional en nosotros que arrastramos sin ser conscientes de ello. Cada uno de nosotros existimos gracias a un padre y una madre que nos dieron la vida. A pesar de las circunstancias acaecidas, por difíciles de entender que nos parezcan, nosotros venimos de ese origen y si queremos estar bien con nosotros mismos nos debemos a una reconciliación amorosa con él. El gran trabajo personal de cada uno de nosotros es el sentir un amor sano hacia nuestro padre y madre para integrarlos en nuestro corazón de un modo sano, aceptando y entendiendo sus dificultades y sabiendo que dentro de sus posibilidades lo hicieron lo mejor que pudieron y supieron; gracias a su proceder la vida continúa en cada uno de nosotros, sus hijos. Ese legado de amor sano y de entendimiento hacia nuestros padres es la mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos. Sin embargo a veces entendemos el amor de hijos desde posiciones insanas. Ser hijo no es colocarse en el papel de madre o padre de mis propios padres, sino más bien aceptar que ellos decidan qué hacer con sus vidas aunque nos cueste entenderlo. A pesar de que nosotros consideremos que toman decisiones equivocadas, ellos son los padres, gracias a ellos estamos aquí, por tanto es evidente que hicieron grandes cosas y es necesario que les dejemos hacer lo que deseen con sus vidas aún cuando a nosotros nos parezca inadecuado. A veces podemos sentir frustración y sin embargo lo adecuado sería colocarnos en el lugar que me corresponde como hijo-a y confiar en los que han estado antes que yo en esa misma tesitura; por lo tanto llevan más tiempo aquí y por lógica saben más que yo aunque a veces me cueste aceptarlo.
Nos escudamos en sus dificultades para no enfrentar las nuestras propias como adultos, como nos escudamos después en las de nuestra pareja, el jefe, el trabajo, los niños, etc. Vivimos en una sociedad que no deja espacios a nuestras emociones para así evitar mirar hacia dentro de nosotros mismos. Nos despistamos mirando hacia fuera, viendo así, solamente, la “paja en el ojo ajeno”, ocupándonos del resto y me despreocupándonos de mirar hacia dentro de nosotros mismos. Pero solo ahí, en lo más profundo de nuestro interior, reside la verdad de nuestros vacíos, miedos e inseguridades y solo en ese espacio “conmigo mismo” se halla el verdadero orden y equilibrio, aceptando a los que nos dieron la vida.
Desde nuestro Gabinete organizamos el fin de semana del 11, 12 y 13 de Noviembre un retiro de salud, un fin de semana para cuidarnos y encontrarnos con nosotros mismos y nuestros orígenes. Un espacio donde profesionales de la salud, psicólogos, enfermeros de salud mental, profesores de yoga, filosofía, meditación y otras disciplinas del ámbito de la salud se juntarán para guiarnos a enfrentar nuestros orígenes y raíces y explicarnos la importancia de ordenarnos y sentirnos cómodos en el lugar del que provenimos, la familia. El retiro lleva por lema ”Sin raíces no podemos volar”y en el trataremos de estos temas, mientras tendremos espacios para el yoga, la relajación, la meditación en un ambiente sano y con una cocina vegetariana y armoniosa.
De nuestra aceptación y entendimiento depende en gran parte nuestra felicidad. Aceptar que somos de dónde venimos es el primer paso.
Venimos y somos gracias a nuestros padres, gracias a ellos estamos aquí, por eso es fundamental estar en paz con ellos para estarlo con nosotros.
Sin estar ubicados en nuestro árbol no podremos hacer crecer las nuevas ramas de nuestro árbol de un modo sano. Todo empieza en las raíces y termina en hojas que tocan el cielo. Sin raíces firmes no podemos volar alto. Sin raíces firmes las ramas no pueden desplegar al cielo. Espero que este retiro y este espacio nos sirva a todos para llegar a la profundidad de nuestras raíces y nutrir la tierra haciendo crecer y florecer de modo sano y amoroso nuestras vidas.

viernes, 24 de junio de 2016

¿ Donde está mi media naranja?

Nos contaron que no somos completos, que para ser felices existe una media naranja, pero nada más lejos de la realidad. Lo que no nos contaron es que somos seres completos y que solo nosotros mismos podemos completarnos y encontrar la felicidad en nuestro interior. Solo así podremos elegir a otra persona desde un lugar sano y no desde nuestras carencias.
Cuantas más carencias tenemos, más dependientes somos de otra persona y proyectamos la responsabilidad de nuestra propia felicidad en el otro, cuando en realidad depende solo de nosotros mismos.
Por ejemplo, si soy una persona controladora posiblemente se fije en mí una persona que necesite de ese control, que este aspecto que me caracteriza complete su falta de seguridad; a la vez que el controlador se enamora de esa parte sumisa del que se deja controlar.
Si soy una persona impulsiva tal vez me fije en una persona evitativa, que no muestra nunca emociones desbordadas; a su vez esa persona posiblemente se sienta atraída por mis emociones carentes de filtro. Sin embargo todos los extremos son malos y las carencias, al igual que los excesos, en cualquier aspecto de la personalidad, son dificultades de encontrar un equilibrio emocional a nivel personal.
¿Qué pasará cuando encuentre ese equilibrio y continúe al lado de la persona de la que me enamoré, con una carencia mía que ya no existe? Pues que la magia habrá desaparecido, aunque muchas veces ni llegamos a ese punto pues mucho antes la balanza se descompensa en alguno de los dos extremos ya que casi siempre, las relaciones elegidas desde las carencias personales están abocadas al fracaso.
Cuando nos sentimos completos como seres individuales, felices, con una autoestima sana, capaces de gestionar nuestro mundo emocional de un modo sano y sin apegos enfermizos por nuestras carencias infantiles, entonces y solo así, elegimos a nuestra pareja desde un lugar sano. De este modo el otro aporta algo más a mi vida, un valor añadido, disfruto de esa compañía sin exigencias y sin renunciar a mí mismo ni exigir al otro ninguna renuncia.
Desde ese lugar puedo admirar en el otro virtudes y capacidades que yo acepto que son diferentes a las mías, que yo no tengo, pues poseo otras diferentes.
No existen apenas relaciones elegidas desde ese equilibrio emocional porque las personas no solemos llegar a ese equilibrio hasta edades muy avanzadas e incluso en muchas ocasiones no llegamos nunca. Sin embargo, el grado de evolución y crecimiento personal de cada uno va haciendo que cada nueva elección sea un poco más desde una mayor autonomía emocional. Nuestras parejas son grandes maestros y los fracasos dejan en nosotros aprendizajes que nos permiten evolucionar y mejorar como personas hacia ese equilibrio emocional que todos ansiamos.
Cuando acuden parejas a mi consulta reprochándose culpas el uno al otro por su infelicidad, atribuyéndose mutuamente
la responsabilidad del fracaso de la relación, siempre intento que cada uno de ellos responda a esta sencilla pregunta, de difícil respuesta, desde una postura de humildad: ¿Qué podría haber hecho yo de otro modo para que la relación fuese mejor? O dicho de otro modo: Si yo hubiese o no hubiese… la relación podría haber sido más fácil o armónica. Es una pregunta que en la mayoría de ocasiones cuesta responder hasta que son capaces de liberarse un poco de la rabia que provoca el propio ego, como trampa que parece que nos defiende, cuando lo único que hace es herirnos a nosotros mismos y a la persona amada.
Una consecuencia triste de esas separaciones no resueltas desde la humildad y la madurez la sufren los hijos, esas personitas que dependen exclusivamente del mundo de sus dos referentes y principales fuentes de amor y foco de admiración, sus padres. Esos que les muestran cómo debe ser el mundo. Ahora bien, los padres se pueden comportar como un equipo en el que dos van a la una para que todo funcione o bien como duros competidores en pugna constante; así verán después ellos el mundo, en paz y armonía o en caos y guerra.
Por eso es importante recordar, cuando una experiencia no funciona como pareja, que si hay hijos debe continuar funcionando la experiencia como padres en equipo, a pesar del dolor, la rabia o el ego; todo eso dejémoslo para nuestra intimidad y seamos para nuestros hijos padres maduros que ofrecen amorosamente sus afectos, de un modo sano y conjunto, que se entienden, aunque no como pareja, sí como padres. Es además importante explicar a los hijos que si bien la pareja se ha roto, continúan juntos en su papel como padres para lo que ellos necesiten, y que eso siempre será así; de no saber hacerlo es importante buscar la ayuda de un psicólogo especialista en la gestión de estas situaciones y en el trabajo sistémico con familias.
La única forma de educar a hijos emocionalmente sanos, es empezar por nosotros mismos.

lunes, 23 de mayo de 2016

¿Por que llamarlo amor si es una obsesión?


Todos lo hemos visto o tal vez lo hemos experimentado, una relación que fracasó y, sin importar lo tóxica (y sin sentido) que pudiera haber sido, seguimos pensando en nuestra expareja, haciéndose casi imposible el hecho de olvidarla y seguir adelante.

 La relación no funcionó y, sin importar los motivos, termina y nos sentimos incapaces de pasar página; pasamos noches, meses y hasta años extrañando a esa persona con la que nuestra relación terminó.

 Ver una relación de manera objetiva es mucho más difícil de lo que pensamos, porque no sólo se involucran las emociones, también nuestro pasado, nuestro ego, los traumas de la infancia, nuestras inseguridades y miedos.

Cuando la bomba detona todo lo anterior se activa y limpiar el desastre nos puede tomar meses o años. Por eso es fundamental, de ser así, buscar ayuda profesional para superar el trauma que nosotros mismos hemos creado en nuestras vidas. ¿Entonces, por qué no podemos superar la separación de nuestra expareja? Muchas veces pensamos que es porque realmente extrañamos a esa persona, incluso idealizamos una relación que ni mucho menos era sana y aunque esto es verdad (hasta cierto punto) hay otros factores involucrados.

 En muchas ocasiones las personas se obsesionan con la idea de volver y los pensamientos de que sin esa persona la vida no tiene sentido, pensamientos distorsionados, deben de trabajarse a nivel psicoemocional.
Muchas mujeres, y hombres también, confunden amor verdadero con obsesión, conceptos que no podrían ser más diferentes. El amor es ver realmente a la otra persona (con sus virtudes y sus defectos) y ser capaz de apreciar la imagen completa.


La obsesión se trata de crear una imagen poco realista de cómo es la otra persona y convertirla en ese Dios Supremo que es perfecto y jamás se equivoca. La señal más clara de que tienes una obsesión es cuando no logras ver un solo defecto, cuando tratas de llenar un vacío en tu vida con él. Muchas veces esa obsesión también está relacionada con que mi vida, a parte de la relación de pareja que tenía, no estaba llena de otras cosas, ni social ni afectivamente, es decir, dependía de esa relación para mi autoestima social y ahora todo es aburrido y gris, lo cual ya denota un problema de base en la relación que estaba manteniendo, pues era una relación de dependencia.

Este tipo de relaciones obsesivas son muy peligrosas porque tu estabilidad emocional se conecta directamente con su aprobación y, sin darte cuenta, comienzas a vivir para la otra persona y tu vida gira en torno a ella. Eventualmente terminarás sintiendo un vacío mucho más grande y mientras continúes idealizando a esa persona, la única forma en la que te sentirás mejor es si regresa.

Idealizar a la persona hace que construyamos ideas falsas en torno a lo que era o podría ser nuestra relación amorosa a su lado; crees que nunca encontrarás a alguien tan maravilloso y que era la única persona que podía hacerte feliz. Este es uno de los mitos más grandes de las rupturas de pareja y una de las razones por las que la mayoría de las personas sufren para superar una ruptura sentimental.
¿De verdad crees que porque no experimentaste nada igual anteriormente nunca volverá a suceder?. Te convences que no existe otra persona en el planeta con las mismas cualidades de tu expareja, así que tienes dos opciones: regresar con él o conformarte con alguien que nunca le llegará a la suela de los zapatos.

Espero que veas lo absurdo de esto. ¿Conocerás a alguien igual?. No, porque no existen dos personas idénticas en el mundo. Vuestra historia terminó porque, aun con su “perfección”, la relación ya no estaba funcionando. Baja de ese pedestal a tu expareja y concéntrate en sanarte.

Este punto va ligado con la obsesión. En una relación poco saludable nos conformamos para que las cosas funcionen. Lo anterior significa que comenzamos a aceptar comportamientos que de otra forma ni siquiera consideraríamos o que nos convierten en alguien que no somos.
Tal vez ya no das tu opinión, ya no eres la persona confiada que una vez fuiste y siempre antepones sus necesidades a las tuyas.

La devastación emocional que sientes después de una ruptura es proporcional a la medida en la que te conformaste. ¿Por qué? Porque sientes que algo te falta. Crees que tenerlo de regreso es la única cura, pero eso es solamente una falsa creencia y un engaño de tu mente para recrearte en el dolor de la pérdida.

Lo que necesitas es determinar por qué aceptaste ese trato, por qué decidiste conformarte por tanto tiempo y qué puedes hacer para evitar esta situación más adelante.

La mayoría de las veces no extrañas a la persona en cuestión, sino los sentimientos que experimentabas cuando estabas con ella. Extrañas la intimidad, la cercanía, el sentimiento de ser deseado-a y admirado-a. Extrañas más la manera en que te hacía sentir esa persona que a la propia persona en sí misma; extrañamos la sensación de ser queridos. Para llenar este vacío rodéate de personas que realmente se preocupen por ti y que te quieran por quién y cómo eres. Enfócate en reconstruir tu vida de forma que te vuelvas a sentir llena y feliz, no te encierres en tu dolor y trata de disfrutar de nuevas oportunidades.

El dolor que sentimos después de una ruptura, podría ser una consecuencia de nuestro ego herido. El rechazo duele, aun cuando sabes que es lo mejor y que ya no hay nada qué hacer. No permitas que tu ego se interponga entre la superación de una relación que ya no da más de sí.

Por último, la manera en que superamos una ruptura sentimental está directamente relacionada con nuestra autoestima. Es evidente que si nos culpamos del fracaso y subimos a la persona en un pedestal, nosotros descendemos escaleras abajo y nos sentimos muy poca cosa. La autoestima es algo fluctuante que depende de muchos factores, pero que se origina en lo que he recibido a nivel afectivo cuando era niño de mis padres y personas más cercanas. Eso nos lleva a nuestros orígenes afectivos más profundos, por eso muchas veces en las parejas buscamos el amor de un padre o una madre para llenar nuestros depósitos de autoestima.

Si no soy capaz de hacer cosas positivas tras una ruptura sería bueno pedir ayuda profesional, una guía para recrear tu vida, aprender a vivir sin eso que perdiste, empezar a crear una nuevas ilusiones, creándote nuevos objetivos, nuevas metas que te permitirán desarrollar nuevas habilidades, como relacionarte con otra gente. Es muy importante reforzar tu autoestima, ya que ésta te ayudara a superar el dolor de la pérdida y mirar con nuevos ojos a las situaciones que se presentan delante de ti.

Es el momento de tratar de superar el dolor y dejar de recrearte en pensamientos obsesivos; es hora de pasar página sobre algo que no funcionó y ya terminó, el momento de creer en ti y tus posibilidades de ser feliz, gustarte, quererte. Después, solo lo mejor llegará a tu vida.

 

 


 

 

martes, 19 de abril de 2016

Ni contigo , ni sin ti, yo no puedo vivir así


Escribo para muchas de vosotras y vosotros, que acudís a consulta preguntando, ¿Qué puedo hacer para sacarlo de mi vida y mis pensamientos? Conocemos a alguien, y si no hemos tenido desde niños nuestros depósitos de amor cargados somos candidatos a sufrir por alguien que nos maltrata con tal de permanecer a su lado por pura dependencia. La costumbre y el apego ejercen en las personas una poderosa influencia, haciendo que no puedan soltar el lastre de relaciones que son perjudiciales. Del mismo modo, el miedo de estas personas al abandono, les hace montar escenas de celos, causadas por su propia inseguridad, que acaban minando cualquier interés que alguien sano pueda tener por compartir su vida con una persona con tan alto grado de dependencia. La persona dependiente construye en torno a su amado/a un pedestal del que no le sabe bajar. Haría cualquier cosa por conservar a su lado a esa persona, aun cuando el otro continúe muchas veces a su lado por pena o costumbre. Para vivir en bienestar y constante crecimiento deberíamos aprender a dejar ir situaciones o personas que no nos aportan calidad de vida. Nos suele costar no aferrarnos a cosas, ya que el ser humano se siente más seguro ante lo conocido. Sin embargo, ante la pérdida de algo a lo que estábamos acostumbrados aparecen temores e incertidumbre.
Parejas que no son felices y siguen juntas, trabajos que amargan la existencia, amistades tóxicas, familia que coarta la libertad, etc…, hay tantísimas situaciones y personas que nos rodean y empeoran nuestro bienestar  y, aun así, a veces nos empeñamos en seguir aferrados a ello….
Muchas veces acuden a la consulta personas preocupadas en cómo olvidarse de esa persona que ya no les quiere. Difícil entender cuando aquello a lo que nos aferramos no es algo que nos aporte amor y felicidad sino algo que nos daba únicamente costumbre y seguridad aparente. Construimos ideales, castillos de naipes en torno a esa persona que nos salvará y nos colmará de una felicidad que solo nosotros mismos podemos darnos. Solo de nuestra propia esencia y de lo que somos podemos nutrir nuestra alma para llegar a ser felices y dichosos. Tratamos constantemente de pedírselo a otros, de aferrarnos, de apegarnos, de llorar por otros, reclamar a otros, exigir que nos den su amor, que reconozcan todo el esfuerzo y sufrimiento que invertimos en ellos. Nuestra manera de responsabilizar a otro de nuestra propia felicidad  no es sino una manera de evadir responsabilidades propias.
Es curioso ver como el modo de elegir nuestras parejas no es más que un intento de cubrir nuestras carencias infantiles de amor. No cabe duda que todas nuestras madres y padres hicieron cuanto pudieron o supieron para darnos su amor en base a lo que ellos recibieron. En materia emocional, si echamos la vista atrás, se le daba escasa importancia a mostrar emociones y afectos sinceros, a dedicar espacios familiares de comunicación donde se expresasen los afectos. Se daba por sentado que tu madre y tu padre te querían y por eso no había que decirlo. Lo que estaba bien ya se sabía y lo que hacíamos mal se repetía hasta que supiésemos hacerlo bien. En esa carencia de refuerzo positivo y de dificultad de expresar el amor sentido algunas personas se sienten con una autoestima adulta pobre que acaba produciendo en ellos una dependencia emocional y la necesidad de reconocimiento de los demás, en especial de la pareja. Con tales exigencias y demandas infantiles, es posible que la pareja se agobie o asfixie más tarde o temprano.
Solo cada uno de nosotros podemos devolvernos el amor, desde la profunda comprensión de que lo que nos dieron es todo cuanto nos pudieron dar nuestros padres y es suficiente. Solo integrándolos a ambos en nuestros corazones desde el amor profundo y el respeto a lo que nos dio la vida podremos respetarnos a nosotros mismos y tener una sana autoestima.
Es importante cuando nuestras relaciones sentimentales fracasan una y otra vez analizar la relación con nuestra madre y nuestro padre y ver si estamos ocupando en ella el papel que nos corresponde como hijos y si los tenemos a ambos integrados de forma amorosa en nuestro corazón. De no ser así, tal vez deberíamos pedir ayuda emocional para poder hacerlo y, con nuestra familia en paz, posiblemente sea el momento de poder formar una nueva, no sin una previa y dificultosa tarea. Construir muros  sin unos cimientos nunca ha sido posible; del mismo modo, construir relaciones de pareja sanas desde la falta de amor a nuestros orígenes y quien nos dio la vida es una tarea, sin duda, destinada al fracaso.
Os animo a todos a sanar el origen del amor en vuestros corazones, dar a nuestros padres un lugar de amor e integrarlos agradeciéndoles que nos dieran la vida y que a pesar de las dificultades que tuviesen siempre hicieran todo cuanto supieron y pudieron por nosotros. Os animo a aceptar que no existen padres perfectos y que los nuestros nos han dado lo suficiente y necesario para poder ser y elegir un futuro desde nuestra responsabilidad de adultos.
 

domingo, 7 de febrero de 2016

¿ Y tú cuando perdiste tus sueños?


 
A veces miramos atrás y pensamos en los logros que hemos alcanzado a lo largo de nuestra vida; a pesar de contar con un montón de ellos sentimos una especie de vacío o insatisfacción sin saber el motivo. Quizás entonces debiéramos preguntarnos si lo que hemos conseguido es lo que deseamos o es tan solo lo que se esperaba de nosotros. Y ahora, ¿Cuáles son nuestros sueños y anhelos? Si no tenemos una repuesta inmediata quizás los hayamos perdido por el camino o tal vez el recorrido seguido ha sido aquel que nos dictaba la razón y no el corazón, o bien puede que hayamos llegado a ser personas con innumerables  éxitos y, sin embargo, haya desaparecido en nosotros esa pasión que un día tuvimos y nos llenaba de una energía exultante de la que ahora carecemos. Dedicarnos un tiempo a escucharnos, a hablarnos a nosotros mismos, a recuperar esos deseos es fundamental. A veces el reencuentro con nosotros mismos termina con esa búsqueda constante de llegar a ser más, tener más, destacar más,  para simplemente sentir más amor y pasión por las cosas sencillas y cotidianas de la vida. Sentir cómo disfrutamos de cada paso del camino, pararnos y descansar, entregarnos sin miedo a sentir el amor. Hay algunos aspectos que nos indican de forma clara si nuestro camino emocional es el adecuado o no. ¿Nos irritamos fácilmente ante demasiadas cosas? ¿Sentimos que nada nos satisface? ¿Conseguimos un éxito y apenas somos capaces de disfrutarlo? ¿Nos comparamos con otros? Si contestamos sí a más de una de estas preguntas tal vez debiéramos hacer un stop en el camino. Si no somos capaces de dedicarnos ese espacio tal vez sea el momento de pedir ayuda y que alguien nos acompañe en el camino de la búsqueda de nosotros mismos para recuperar esos sueños que un día se perdieron por el camino.
Nuestros sueños marcan la dirección a seguir; nuestra pasión nos da el impulso para dirigirnos en su búsqueda; nuestras emociones nos indican si esa ruta es o no la adecuada. Cuando vibramos en sintonía a esos sueños disfrutamos de emociones de sosiego y calma a la vez que tenemos energía exultante y nos sentimos conectados con la vida y la naturaleza.
Nos tratamos a nosotros mismos como nos trataron en nuestra infancia. Y si los adultos negaron o ignoraron nuestros deseos, nosotros seguiremos haciéndolo a no ser que nos paremos un instante y decidamos cambiar el rumbo. Reconocer qué fue lo que necesitamos y no obtuvimos de niños es el primer paso para sanar heridas y sentirnos más libres. Observando a un niño es fácil entender cuál es esa conexión y la energía que nos lleva a seguir el camino hacia lo que en esencia somos y nos hace sentirnos bien. Cada uno de nosotros venimos a este mundo con el derecho a ser felices y con una misión que nos hace sentirnos bien. Si te sientes abatido/a o no encuentras ese camino, párate y cambia de ruta, busca otra manera de vivir si con la que tienes te das cuenta que ya nada te hace sentir la pasión de ese niño descubriendo día a día lo maravilloso de la vida.
En nuestro niño interior reside nuestra autenticidad y espontaneidad; nuestras ilusiones y deseos profundos. Nuestra responsabilidad como adultos reside en encontrar a nuestro niño y darle aquello que no supieron darnos; puede ser un trabajo difícil con recorridos dolorosos pero la recompensa es una vida llena de vitalidad y de reencuentro con nuestros sueños.