Es cada vez más frecuente que acudan a la consulta personas
que soportan durante largos y sostenidos períodos de tiempo algún tipo de
maltrato psicológico. Generalmente, ese maltrato proviene de la pareja, aunque
también puede tener su origen en algún compañero de trabajo, un jefe, un amigo,
un familiar o cualquier otra persona del entorno más próximo o cercano.
El maltratador sabe que sus palabras tienen poder para
someter a su víctima. Esas palabras pueden golpear mucho más fuerte que una
agresión física visible al resto; el maltrato verbal deja cicatrices
emocionales mucho más profundas que los golpes, pues tardan más tiempo en
desaparecer. Los maltratadores siempre aparecen disfrazados de personas
amigables, sonrientes, afables; parecen sinceros y muestran educación, pero con
el tiempo empieza el conflicto verbal.
El maltrato emocional se utiliza para alcanzar aquello que
se quiere mantener bajo control. Si bien al principio de una relación personal
es difícil darse cuenta que estamos ante un maltratador, a medida que pasa el
tiempo se empiezan a sentir las heridas que provoca la convivencia con el
maltrato.
El maltratador actúa de forma lenta y progresiva en muchas
ocasiones y eso dificulta a la víctima la capacidad para frenarle a tiempo,
antes que se incrusten en ésta los moratones invisibles.
A medida que avanza la relación aumentan las
descalificaciones y el maltrato se hace más y más evidente. Así, el
maltratado/a suele tomar conciencia de la situación cuando ha pasado mucho
tiempo, preguntándose cómo es posible que la otra persona se comporte así. Al
descubrirlo, su autoestima ya está muy afectada y se siente muy frustrado y
lleno de rabia por haber soportado la manipulación continuada.
La violencia se aprende, no es algo innato; es una forma de
utilizar el poder. Cuando ésta se define como sistema de comunicación familiar
habitual define el modo en que se relacionará esa familia. Así, los niños que
crecerán con padres maltratadores, de adultos, reconocerán esa forma de
comunicación, poniéndola en práctica y reproduciendo ese comportamiento con sus
futuras parejas, convirtiendo esa forma de actuación como algo normalizado y
dejando de percibirlo como una conducta insana. El maltratador elige muy bien a
su víctima. Muchas veces éstas son empáticas, carismáticas, sensibles,
brillantes, trabajadoras y exitosas, pudiendo suceder también lo contrario y
ser personas vulnerables, con miedo al rechazo y nula capacidad para establecer
límites. Tanto en un tipo de víctima como en el contrario, cuando ésta por fin
se da cuenta de la situación, el maltratador, que no es consciente de lo
sucedido, se sorprende de la reacción de su víctima, sintiéndose abandonado. Al
ocurrir esto, el maltratador puede entonces adoptar el papel de víctima y
sentirse, equivocadamente, con todo el derecho a defenderse, ya sea atacando o
a través de la manipulación y la proyección de culpa hacia su víctima.
Asumamos el control de nuestras vidas; no permitamos que las
personas usen la culpa para controlarnos. No permitamos el maltrato en ninguna
de sus versiones. Deja que tus emociones te guíen como un mapa para alejarte de
gente que quiere ejercer control sobre ti. Aléjate de ello y serás, en
definitiva, mucho más feliz.
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